Anatole Julien Grisonas nació en Montevideo en setiembre de 1972, y su hermana, Victoria Eva, en mayo de 1975 durante el exilio en Buenos Aires de sus padres.
El 6 de setiembre de 1976 Roger y Victoria fueron secuestrados por fuerzas argentinas y uruguayas en un operativo a cargo de hombres de civil y uniformados armados a guerra. Años después, Anatole, que tenía cuatro años cuando el secuestro, relató sus recuerdos del hecho: “Mataron a papito y estaba en el suelo. Mamita nos puso en la bañera a Viqui y a mí. La sacaban arrastrando del pelo”.
Su relato coincide con el testimonio de los vecinos que recuerdan la violencia del episodio. En el documental “Los huérfanos del Cóndor” un vecino evoca a Victoria, intentando proteger a los niños: “estaba saliendo con los dos chicos, estaba trepando un muro con los dos colgados de sus hombros… Un coraje, una fuerza, impresionante… Quería escapar para el otro lado”. “Lo que hicieron con la mujer… se te paran de veras los pelos: la pusieron en forma vertical en el piso, la agarraban entre cuatro de las piernas y de los brazos, la levantaban hasta la altura del pecho y ahí la soltaban, con la cara hacia abajo [...] Quería que dijera alguna información en particular, pero ahí su marido murió, entonces dieron la orden de parar” con ella por las dudas que también se muriera y se quedaran sin los datos que estaban buscando. Otra vecina recuerda el desamparo de los niños: “los dos chicos lloraban desesperadamente, usted imagínese [...] le dieron una patada al pibe, 'la yegua de tu madre' le dijo. Yo lo vi”.
Tras el secuestro, Anatole y Victoria estuvieron aproximadamente diez días en el centro clandestino de detención y tortura Automotores Orletti. El 7 de octubre de 1976 los trasladaron ilegalmente a Montevideo. Posiblemente viajaron en el mismo vuelo que María Claudia García de Gelman y los alojaron con ella en el piso superior de la casa donde funcionaba el Servicio de Información de Defensa (SID). El ex soldado Julio César Barboza que prestaba funciones en el SID, dio testimonio sobre su presencia allí: “Cuando una mañana subí a la planta principal y vi a una muchacha embarazada y a los dos niños, me llenó de asombro y estupor, no sólo ese hecho, sino ver a Gavazzo en una actitud tan paternalista y cariñosa”. Los dos hermanos permanecieron aislados del resto de los secuestrados hasta que en noviembre los llevaron a la casa de un sargento del Servicio conocido como “El Viejo” Velázquez. Desde ahí los trasladaron en avión a Chile custodiados por personal militar y los abandonaron en la plaza O’Higgins de la ciudad de Valparaíso.
El 29 de diciembre de 1976 los diarios chilenos publicaron la foto de los dos niños sentados en un banco de la plaza: “Estas criaturas son Anatole, 4 años, y su hermanita Victoria, 1 año, que fueron misteriosamente abandonados hace cerca de una semana en la Plaza O’Higgins”. Anatole conserva el recuerdo físico de la forma en que protegía a su hermana y se comunicaba con ella: “Me acuerdo siempre de mi hermana en el sentido de que no quería soltarla nunca. No recuerdo que fuera específicamente en la plaza. Lo tengo como un recuerdo permanente, siempre con ella. Siempre mirándola a ella, tomándole la mano, estando pendiente de lo que le pasaba. Y este es un tipo de contacto que tengo sólo con ella”. Ante la falta de información sobre su origen, los llevaron a una casa cuna de la ciudad donde quedaron alojados.
Posteriormente, el matrimonio formado por Jesús Larrabeiti y Silvia Yáñez adoptó a los niños, sin conocer su historia y origen. En la película “Y cuando sea grande…” Silvia recuerda el día en que fueron a conocer a los niños. Dice que Victoria “a veces sonreía, a veces no” ya que su mirada era “un poquito triste”. Se trata de un estado que la acompañaría también de adulta: “Yo a veces tengo sentimientos muy intensos y me digo: ‘¿Por qué tengo tanta tristeza?’ Y yo creo que viene de ahí. Porque a nosotros nos dejaron una herida abierta que creo que va a durar hasta el final de nuestros días” dijo Victoria 30 años después en “Los huérfanos del Cóndor”.
Mientras tanto, ese mismo año de 1977, la abuela paterna de los niños, Angélica Cáceres, y organizaciones de derechos humanos y del exilio uruguayo llevaban una campaña internacional de denuncia por la desaparición de los niños. El 10 de marzo de 1977 se presentó el caso en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
En una cadena de solidaridad que venció el secreto de las dictaduras, se llegó a la verdad. Una asistente social chilena que viajaba por Venezuela, reconoció las caras de Anatole y Victoria en un afiche de la campaña para encontrarlos. Se puso en contacto con el ex rector de la Universidad de la República, Óscar Maggiolo, exiliado en Caracas. A partir de esa información, se tejió una red de solidaridad en la que participaron Belela Herrera, responsable del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Chile, la periodista Jan Rocha en Brasil desde el Comitê de Defesa dos Direitos Humanos para os Países do Cone Sul (Clamor), la militante uruguaya del PVP Mariela Salaberry, el periodista paulista Ricardo de Carvalho, el abogado brasileño Luiz Eduardo Greenhalgh, y la Vicaría de la Solidaridad de Chile, entre otras organizaciones y personas en distintos puntos del continente. Finalmente, en julio de 1979, la abuela Angélica supo que sus nietos vivían en Valparaíso con una familia adoptiva.
En un primer momento, Angélica consideró que era “lógico” que los niños se fueran con ella a Uruguay, a pesar del “dolor” que eso le podría ocasionar a los padres adoptivos. “Hace tres años que los estoy buscando y son lo único que me queda” declaró en la conferencia de prensa que dio cuando anunció que había encontrado a los niños. Sin embargo, luego de los primeros encuentros, la abuela consideró que una segunda separación de los niños de su familia adoptiva, los afectaría todavía más. Por eso, las dos familias acordaron que los niños quedaran con los Larrabeiti y mantuvieran relación con la familia biológica, yendo todas las vacaciones a Montevideo.
La reconstrucción de sus identidades y la elaboración del duelo no fue sencilla para los hermanos Julien, como le pasa a la mayoría de los familiares de desaparecidos.
Las recuerdos personales de la infancia siempre se ubican en una frontera difusa entre lo vivido y las historias relatadas por otros, pero en el caso de Victoria, al momento de ponerle memoria a su madre, predomina lo segundo: “Lo que tengo sobre ella es más bien una película que me imagino, no es el recuerdo de mi mamita así, acá cerquita”.
Como parte del proceso de reparación simbólica a las víctimas del terrorismo de Estado, en 2009 la Intendencia de Montevideo declaró ciudadanos ilustres a Victoria Julien, Carlos D’Elía, Amaral García, Macarena Gelman, Victoria Moyano y Mariana Zaffaroni.
A su vez, en 2012 la justicia argentina inició un juicio por un “Plan sistemático de robo de bebés” en el cual se incluyó el caso de los hermanos Julien. En 2019 la Fiscalía Especializada en Delitos de Lesa Humanidad de Uruguay pidió el procesamiento por los delitos cometidos de “supresión de estado civil” y “abandono de niños” contra Anatole y Victoria, por parte de los militares uruguayos José Nino Gavazzo, Jorge Silveira, José Ricardo Arab y Gilberto Vázquez, y ordenó la extradición de Manuel Cordero.
Unos años antes, en 2005, el abogado Eduardo Marques Iraola presentó una petición ante la CIDH por la responsabilidad del Estado argentino en el secuestro del matrimonio Julien - Grisonas y la falta de reparación a sus hijos. 14 años después el caso “Julien Grisonas y otros contra Argentina” ingresó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH). El 10 y 11 de mayo de 2021 se convocó a declarar en audiencia pública a la República Argentina, al representante de las víctimas y a la CIDH. La instancia se celebró a distancia y se recibieron los alegatos y observaciones finales orales. La presentación del caso por parte de la CIDH, los interrogatorios de Anatole y Victoria con preguntas y la declaración del perito Pablo Parenti se encuentra disponible aquí y la declaración pericial de María José Guembe, la declaración pericial de Juan Ernesto Méndez, los alegatos finales orales del representante de las víctimas y del Estado, las observaciones finales orales de la CIDH y el dictamen pericial de Francesca Lessa están disponibles aquí. El 11 de junio de 2021 se presentaron los alegatos escritos finales y antes de finalizar ese año debe dictarse sentencia.
Anatole vive en Santiago de Chile. Es abogado y se desempeña como fiscal. Tiene dos hijas, una vive en Chile con él y la otra en Montevideo. Victoria vive en Valparaíso, es psicóloga y tiene una hija. Entre sus temas de trabajo están los procesos de construcción de la memoria.
Roger Julien y Victoria Grisonas siguen desaparecidos.
Mario Benedetti dedicó a los hermanos Julien un poema llamado “Ni colorín, ni colorado” que se publicó en 1981.